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“El ejercicio físico promueve la eficacia de la medicación antiparkinsoniana”

Actualizado: 21 ago 2020



DÍA MUNDIAL DEL PÁRKINSON: “EL EJERCICIO FÍSICO PROMUEVE LA EFICACIA DE LA MEDICACIÓN ANTIPARKINSONIANA”.


Día Mundial del Párkinson: “Los/as educadores/as físico deportivos/as deben cobrar fuerza desde la perspectiva multidisciplinar, buscando que los/as pacientes con enfermedad de Párkinson participen con seguridad en variados programas de ejercicio para mejorar la condición física, el rendimiento motor y la movilidad funcional, con el objetivo final de ser físicamente activos/as”. Por David Suárez.

En el Día Mundial del Párkinson el Consejo General de la Educación Física y Deportiva pone el acento en la importancia de los programas de ejercicio físico como coadyuvantes a los tratamientos sanitarios, y resaltar la importancia de que la ciencia siga avanzando para conocer con más precisión el efecto modificador del ejercicio sobre la enfermedad.


Por el Dr. David Suárez Iglesias, col. 59.832, miembro del Comité de educación físico deportiva en el ámbito sociosanitario del Consejo COLEF, docente e investigador en la Universidad de León.


La enfermedad de Parkinson (EP) es el segundo trastorno neurodegenerativo más común. Afecta a más de 6 millones de personas globalmente, sobre el 1% de la población mayor de 60 años, proporción que aumenta con la edad, y es un poco más frecuente en hombres que en mujeres [1]. La EP es heterogénea y va progresando en el tiempo, lenta o rápidamente. La pérdida de neuronas dopaminérgicas y la degeneración de otros tipos de neuronas en el sistema nervioso central y periférico resultan en un complejo deterioro motor, así como en trastornos no motores a nivel cognitivo, afectivo o sensorial [2].


No existen tratamientos farmacológicos o quirúrgicos eficaces que aborden todo el espectro de síntomas de la EP. Actualmente, los tratamientos basados en la dopamina persiguen mejorar los síntomas motores iniciales (temblor, rigidez, bradiquinesia), mientras los síntomas no motores (estreñimiento, cognición, estado de ánimo, sueño) requieren de enfoques no dopaminérgicos. Sin embargo, se asocian con importantes efectos secundarios negativos. Por si fuera poco, el efecto terapéutico de los tratamientos dopaminérgicos disminuye gradualmente con el tiempo [2].


Incluso ante una medicación óptima, las deficiencias motoras continúan, particularmente las de equilibrio y marcha que conllevan diversos grados de discapacidad y disminución de la calidad de vida. En este contexto, los modelos integrales de atención basados en enfoques multidisciplinarios pueden lograr abordar mejor la complejidad general de la EP [3]. Así, existen terapias complementarias no farmacológicas, como el ejercicio físico (EF), que resultan beneficiosas en diferentes grupos de personas con EP. El EF promueve la eficacia de la medicación antiparkinsoniana, aunque no disminuye los efectos secundarios [2]. También mejora el manejo de los síntomas, la función fisiológica y estructural del cerebro, y se sugiere que ayuda a retrasar la progresión de la enfermedad [4–6]. En particular, se ha demostrado que las intervenciones físicas mejoran los trastornos motores (incluidos el equilibrio, la marcha, el riesgo de caídas y la función física) y los trastornos no motores (como las alteraciones del sueño, la función cognitiva y la calidad de vida) [5,7–9].


Sin embargo, falta un consenso sólido sobre el modo óptimo de entrenamiento y la dosis de EF para la heterogénea población de pacientes con EP, es decir, clarificar quién se beneficia más y cuándo, de qué tipo de ejercicio, con qué frecuencia y duración y a qué intensidad [10]. En este sentido, convendría una orientación de medicina de precisión para optimizar el efecto modificador del EF sobre la enfermedad, puesto que el EF debería ser prescrito de forma eficaz y personalizada, con el mismo rigor que las intervenciones farmacológicas [3]. La coordinación de profesionales de la salud de distintas áreas de conocimiento dentro de redes dedicadas, y las interacciones constantes con las comunidades de pacientes con EP, pueden servir con éxito para este propósito [4,6].


Concretamente, se necesita un trabajo colaborativo entre los campos de los trastornos del movimiento y las ciencias del deporte [4]. Tradicionalmente, se ha adoptado la fisioterapia para satisfacer las necesidades de EF de un/a determinado/a paciente con EP, pero hay pocas pruebas que orienten estas intervenciones. De hecho, el mayor ensayo clínico aleatorizado hasta la fecha sobre caídas en población con EP (541 participantes), que probó un nuevo programa de “fisioterapia en casa” para reducir su incidencia, no fue efectivo, y aquellos/as con EP más grave caían con mayor frecuencia después de la intervención [11].


Por todo ello, los/as educadores/as físico deportivos/as deben cobrar fuerza desde la perspectiva multidisciplinar, buscando que los/as pacientes con EP participen con seguridad en variados programas de ejercicio para mejorar la condición física [4], el rendimiento motor y la movilidad funcional [12], con el objetivo final de ser físicamente activos/as. No en vano, estudios recientes muestran que incluso aquellos/as con EP de leve a moderada, emplean el 75% de todo el tiempo despiertos en comportamientos sedentarios [13]. A este respecto, encontramos programas cuya aplicación beneficiosa está sostenida por la evidencia científica, donde los/as educadores/as físico deportivos/as pueden desempeñar un papel notable por su alta competencia en diversas disciplinas de la actividad física y del deporte. Los principales ejemplos incluyen los programas basados en ejercicios en el medio acuático para mejorar el equilibrio, el miedo a las caídas y la calidad de vida relacionada con la salud [14]; la marcha nórdica y la caminata a paso ligero para mejorar el equilibrio dinámico y la capacidad aeróbica; el entrenamiento de fuerza, el Taichí o el baile que alivian los síntomas motores [12]; incluso el ciclismo [10] o el Pilates [15] tienen el potencial de mejorar la función motora del miembro inferior.


REFERENCIAS:

  1. Tysnes OB, Storstein A. Epidemiology of Parkinson’s disease. J Neural Transm. 2017;124:901–905.

  2. Armstrong MJ, Okun MS. Diagnosis and treatment of Parkinson disease: a review. JAMA - J Am Med Assoc. 2020;323:548–560.

  3. Ellis T, Rochester L. Mobilizing Parkinson’s disease: the future of exercise. J Parkinsons Dis. 2018;8:S95–S100.

  4. Bouça-Machado R, Rosário A, Caldeira D, Castro Caldas A, Guerreiro D, Venturelli M, Tinazzi M, Schena F, J. Ferreira J. Physical activity, exercise, and physiotherapy in Parkinson’s disease: defining the concepts. Mov Disord Clin Pract. 2020;7:7–15.

  5. Feng YS, Yang SD, Tan ZX, Wang MM, Xing Y, Dong F, Zhang F. The benefits and mechanisms of exercise training for Parkinson’s disease. Life Sci. 2020;245:117345.

  6. Ferrazzoli D, Ortelli P, Cucca A, Bakdounes L, Canesi M, Volpe D. Motor-cognitive approach and aerobic training: a synergism for rehabilitative intervention in Parkinson’s disease. Neurodegener Dis Manag. 2020 February 10;10:41–55.

  7. Amara AW, Memon AA. Effects of exercise on non-motor symptoms in Parkinson’s disease. Clin Ther. 2018;40:8–15.

  8. Amara AW, Wood KH, Joop A, Memon RA, Pilkington J, Tuggle SC, Reams J, Barrett MJ, Edwards DA, Weltman AL, et al. Randomized, controlled trial of exercise on objective and subjective sleep in Parkinson’s disease. Mov Disord. 2020. doi: 10.1002/mds.28009. [artículo publicado electrónicamente previo a su publicación en papel]

  9. Miller KJ, Suárez-Iglesias D, Seijo-Martínez M, Ayán C. Physiotherapy for freezing of gait in Parkinson’s disease: A systematic review and meta-analysis. Rev Neurol. 2019;70:161–169.

  10. Miner DG, Aron A, DiSalvo E. Therapeutic effects of forced exercise cycling in individuals with Parkinson’s disease. J Neurol Sci. 2020;410:116677.

  11. Ashburn A, Pickering R, McIntosh E, Hulbert S, Rochester L, Roberts HC, Nieuwboer A, Kunkel D, Goodwin VA, Lamb SE, et al. Exercise-and strategy-based physiotherapy-delivered intervention for preventing repeat falls in people with parkinson’s: The PDSAFE RCT. Health Technol Assess (Rockv). 2019;23:1–147.

  12. Mak MKY, Wong-Yu ISK. Exercise for Parkinson’s disease. Int Rev Neurobiol. 2019;147:1-44.

  13. Benka Wallén M, Franzén E, Nero H, Hagströmer M. Levels and patterns of physical activity and sedentary behavior in elderly people with mild to moderate Parkinson disease. Phys Ther. 2015;95:1135–1141.

  14. Cugusi L, Manca A, Bergamin M, Di Blasio A, Monticone M, Deriu F, Mercuro G. Aquatic exercise improves motor impairments in people with Parkinson’s disease, with similar or greater benefits than land-based exercise: a systematic review. J Physiother. 2019;65:65–74.

  15. Suárez-Iglesias D, Miller KJ, Seijo-Martínez M, Ayán C. Benefits of Pilates in Parkinson’s disease: a systematic review and meta-analysis. Medicina (Kaunas). 2019;55:476.

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