¿QUÉ DIFERENCIA A UN/A EDUCADOR/A FÍSICO DEPORTIVO/A?
UNA REFLEXIÓN DE HACE CUATRO DÉCADAS
El filósofo francés Bertrand During, especialista en educación física y deporte, escribió en 1981 el exitoso libro “Las crisis de las pedagogías corporales”. Once años más tarde la Junta de Andalucía decidió publicar la edición española de esta obra.
El prólogo, a pesar de estar escrito hace casi 40 años, invita a una profunda reflexión acerca de dónde venimos y hacia dónde vamos como profesión. ¿Qué es lo que diferencia a un/a educador/a físico deportivo/a de otros profesionales que también pudieran saber de actividad física?
PRÓLOGO DE “LAS CRISIS DE LAS PEDAGOGÍAS CORPORALES”
Por Bertrand During, 1981. Tomado de la edición española de 1992.
Se representa aquí de una especie de fábula.
Un día, un personaje llegado de fuera desea conocer las actividades físicas organizadas en nuestra sociedad, y para ello solicita que vengan a mostrárselas cada uno de los que se supone que saben.
Se presenta primero el médico armado con el notable conjunto de sus publicaciones y confiado en el prestigio de su ciencia. Propone una actividad física metódica cuyo objetivo es, desarrollando los factores del valor físico, adaptar al individuo a los esfuerzos de la vida proporcionándole ese cuerpo tranquilo y transparente, ese silencio de los órganos, sin los cuales no existe verdadera salud.
Viene a continuación el militar, apoyado por una larga tradición y animado por la preocupación por una organización eficaz. Todo un aparato de instrucciones rige recorridos, cross, carreras de orientación, maniobras y encuentros deportivos sobre un fondo de emulación, con objeto de hacer avezar y de adaptar a las dificultades que surgen en campaña.
Tras la medicina y el ejército, le toca el turno al mundo deportivo, representado por uno de sus dirigentes que, portando bien alta la antorcha de Coubertín, se aplica a desarrollar esta “caballería de los tiempos modernos” que su coraje en la lucha y su generosidad en la victoria predisponen a un papel eminentemente en la ciudad de los hombres.
Pero he aquí que ya lo empuja el enseñante, que proclama que tras la época de los médicos, de los militares y de los ideólogos, al final ha llegado la suya. Apenas se ha elevado un sol radiante sobre las progresiones, los programas, los controles y la disciplina educativa construida racionalmente, cuando ya las nubes de la duda vienen a oscurecerlo. Y no es poca la sombra que arrojan sobre las bellas progresiones generales los entrenadores con frecuencia eminentemente especialistas.
Pero ¿cuántos son entonces los que saben sobre las actividades físicas?
Son legión, y en número cada vez mayor, aunque no podamos nombrarlos a todos.
Puesto que los que saben son legión, ¡tratemos nosotros de saber lo que saben, y qué es lo que saben, y qué hay de lo que saben!
Apenas emprendida, esta empresa encuentra dificultades para definirse, debido a que es en sí misma un intento de definición. Se tratará de educación física, y, por consiguiente, de esa materia de enseñanza llamada hoy día, en una expresión algo disparatada, educación física y deportiva. Aparentemente, el problema se plantea con gran simplicidad: se trata de saber a quién nos dirigimos, cuáles son los objetivos perseguidos, y cómo se plantea la acción.
Pero, una vez planteadas, estas preguntas rebotan, cruzándose con otras que se relacionan tanto con la crisis que atraviesa actualmente la educación física como con sus ambiguas relaciones con múltiples prácticas consagrada socialmente, y con las múltiples perspectivas adoptadas por los que se ocupan de los problemas planteados. Parece necesario determinar un punto de vista propio, distinto de aquel en el que nos situamos cuando tomamos el deporte por objeto, pero también de aquel en el que nos encontramos situados cuando nos apoyamos el concepto de cuerpo. Para existir como tal, la educación física debe recibir una definición que haga de ella algo distinto de una educación corporal o de una educación deportiva.
De hecho, como señala J. Ulmann, “el deporte no ha puesto en duda el derecho a la existencia de la educación física más que en razón de la incapacidad de la educación física para formular y legitimar sus pretensiones. Si la educación física quiere ser reconocida, primero es necesario que sea consciente de sus intenciones, que se defina como un campo de acción, especifique la originalidad de las prácticas a las que recurrirá (1977, p. 446). Las cuestiones planteadas se presentan así como radicales, en el origen del camino que hay que recorrer. Para obtener una medida cabal de las dificultades actuales y de las respuestas que se les aportan, el análisis partirá del pasado cercano, lo que implica que cuente con los medios para construir su sentido, y que a continuación ponga en práctica las herramientas que se ha preocupado. Se pondrá así de manifiesto una cierta forma de educación física, reciente y sin embargo ya lejana. Aparecerán a continuación los signos de un cambio, múltiples en sus manifestaciones, sus orígenes, sus consecuencias. Se planteará entonces el problema de la radicalización de este cambio, de su transformación en una auténtica ruptura con el pasado -¿una posible salida a la crisis actual, una respuesta al problema de la definición de la educación física?
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